El Implante Coclear es un pequeño dispositivo electrónico que, una vez implantado, transforma las señales acústicas en señales eléctricas estimulando el nervio auditivo y proporcionando, de esta manera, la sensación de sonido.
El implante consta de dos partes. Una que se coloca debajo de la piel y otra, similar al audífono, que se coloca en el exterior.
La parte interna consta de una serie de electrodos que se introducen dentro de la cóclea estimulando directamente el nervio auditivo, por lo que si se trata de una sordera profunda que afecta a la cóclea y nervio auditivo, el implante funciona y es una buena solución.
Se coloca bajo la piel mediante una intervención quirúrgica sencilla. El micrófono, colocado cerca del oído, capta el sonido y lo envía al procesador situado detrás de la oreja. El procesador recoge el sonido y lo transmite al receptor. El receptor interno transforma la señal en impulsos eléctricos y estimula el nervio auditivo para que envíe los impulsos al cerebro, que los interpreta como sonido.
Sin embargo hay casos en los que este procedimiento está indicado y casos en los que no. Veamos algunos ejemplos.
El implante coclear está indicado, en general, en niños que nacen sordos, con sordera bilateral profunda o en adultos que pierden audición hasta tal punto que ya no les sirve el audífono.
En el caso de los niños es necesario implantar entre el primer y segundo año de vida para aprovechar la plasticidad cerebral. Si una persona ha estado muchos años sin oír no tiene sentido porque escuchará ruidos, pero no va a poder desarrollar ya el lenguaje.
Tampoco está indicado en otro tipo de sorderas, por ejemplo, las debidas a lesiones en el nervio acústico o en la vía auditiva central, cóclea no desarrollada…
Así mismo en adultos que padezcan deterioro cognitivo grave tampoco está indicado porque es necesaria la implicación de la persona que lo lleva.
En cualquier caso será el especialista el que determine la conveniencia o no de colocar un implante coclear.